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miércoles, 7 de septiembre de 2011

ESTUDIO BIBLICO




Cuatro principios de victoria en la Guerra Espiritual


El diablo tocó su familia con ruina y enfermedad. Laura no podía explicar el por qué de las continuas dolencias de su hijo de dos años, afectaciones para las cuales ni siquiera el médico pediatra encontraba una explicación. También la escasez económica tocó a su puerta, de tal manera que pese a tener los ingresos normales, no alcanzaba un solo peso para cubrir las necesidades básicas. Incluso tenían dos meses de retraso en la factura de servicios básicos.

--¿Qué puedo hacer? No encuentro salida. En mi casa todo es caos. Peleo mucho con Ricardo, imagínate, sin razón alguna porque siempre nos hemos querido. Lo único que hay es ruina y enfermedad, por donde quiera que mires. —Le dijo desesperada a la que consideraba su mejor amiga.

--Conozco una mujer que te puede ayudar—le aconsejó--: Con solo mirar tus ojos y examinar la mano, puede decirte cual es el origen de tus males ahora—Guardó silencio unos instantes--. Puedo asegurarte que hallarás la solución a tus problemas--.

Ese fue el comienzo de una espiral sin fondo. Cada vez los problemas se agudizaban más. Ahora no solo era su niño quien enfermaba, sino también su esposo y ella misma experimentaba terribles dolores de cabeza sin razón aparente.

Para saldar la deuda con la hechicera, debió vender hasta el televisor y el equipo de sonido. No, no es una exageración. La crisis económica era muy profunda. Literalmente debía ponerle la trampa a cada centavo para que no se le fuera como agua entre las manos.

--Estoy desesperada—le dijo de nuevo a su amiga--. Cada vez la situación es más insostenible. –Lágrimas corrían por sus mejillas--. Ahora sí que puedo asegurar que no encuentro una salida--.

La mujer se quedó mirándola e hizo un gesto de impotencia.—A mí los riegos y los amuletos me sirvieron mucho—le explicó--. No sé qué más decirte ni aconsejarte--.

Presa de la angustia clamó a Dios. Días después, de regreso a casa, descubrió una iglesia evangélica. El domingo siguiente fue al servicio y habló con el pastor. Él le explicó que a través del ocultismo había abierto puertas a Satanás y el mundo de las tinieblas.

--Debes renunciar a todo pacto con la maldad. Hasta tanto lo hagas, Satanás tendrá derecho legal para seguir trayendo enfermedad y ruina a tu familia--, le dijo.

--¿Pero si mi esposo y mi hijo nada tienen que ver con que yo haya consultado a una bruja?--, interpeló Laura.

--Mujer, cuando fuiste a la bruja, trajiste contaminación a tu familia—explicó el pastor--. Además de renunciar al pecado y la maldad, debes permitir que Jesucristo gobierne tu vida y a través tuyo, ocupe el primer lugar en la vida de tu marido y tu hijito--.

A Laura le ministraron liberación espiritual. En adelante y aun cuando querían reaparecer los mismos problemas, clamaba a Dios y reprendía toda obra del mundo de las tinieblas. Echaba fuera a Satanás y declaraba—en la autoridad de Jesucristo—que las obras del maligno no tenían poder. Desde entonces no volvieron las enfermedades y el dinero, por fin alcanzó-

Inmersos en una batalla que no termina

La batalla contra el mundo de las tinieblas es permanente. Estamos inmersos en ella. No podemos descansar. Si lo hacemos, Satanás y sus huestes –que no descansan ni un minuto los 365 días del año--, tomará ventaja.

Damos la batalla en el convencimiento de que en Dios tenemos asegurada la victoria. Jesucristo es nuestro poderoso capitán, y de su vamos, derribamos toda estratagema del mundo de las tinieblas. El rey David, a quien nos referiremos unas líneas más adelante, escribió: "Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército. Contigo, Dios mío, podré asaltar murallas" (2 Samuel 22:30. Nueva Versión Internacional).

Nuestro Adversario espiritual siembra escepticismo y oposición cuando se aborda el tema de la Guerra Espiritual. Pero, ¿acaso no le han ocurrido incidentes inexplicables?¿Situaciones aparentemente triviales no terminaron en discusión generando división al interior de su familia? Sinnúmero de lectores en todo el mundo me han descrito experiencias extrañas, las que se profundizaron cuando comenzaron a buscar a Dios. "Hasta en pensad en renunciar a mi vida cristiana", me escribió una joven universitaria desde Argentina.

De los hechos que he vivido desde el momento en que me vi estrechamente vinculado al tema de la Intercesión y Guerra Espiritual, ocurrió después de medianoche—minutos después de haber estado guerreando en oración contra el mundo de las tinieblas--, cuando apareció una extraña humedad en nuestro apartamento, aparente daño que aumentó con el paso de los minutos hasta convertirse en un goteo incesante.

La arquitecta del conjunto residencial, un ingeniero, un maestro de obra y dos ayudantes de albañilería, no encontraron explicación al fenómeno a tras las comprobaciones de que todas las conexiones hidráulicas estaban en buen estado. Cesó el problema con oración.

Cierto día cuando actualizaba mi Website poniendo al descubierto estratagemas de Satanás en el mundo actual, el computador se bloqueó una y otra vez, literalmente impidiendo que se pudiera subir el Estudio Bíblico al Internet. Superé el problema orando y reprendiendo las obras de Satanás.

No hay duda que como lo anota el autor Sagrado, más poderoso es el que está de nuestro lado que el que opera en el mundo: nuestro Adversario espiritual y sus huestes: "Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4. Nueva Versión Internacional).

No olvide que estamos inmersos en una batalla y no podemos dar el brazo a torcer. ¡Con Jesucristo tenemos asegurada la victoria!

El descuido, nuestro mayor peligro

Cuando un cristiano deja de orar y permite un distanciamiento progresivo de Dios, quien gana terreno y se fortalece es nuestro enemigo espiritual. Un descuido puede resultarle caro. Es necesario permanecer alerta (Cf. 1 Pedro 5:8) y tener claro que al Adversario y a su ejército es necesario confrontarlos. La Palabra dice que huirá de nosotros, si nos sometemos al Señor, ejercemos la autoridad que nos dio Cristo y resistimos sus obras de maldad (Cf. Santiago 4.7)

Un relato de la Biblia ilustra el asunto. Lo protagonizó el rey David: "Los filisteos reanudaron la guerra contra Israel, y David salió con sus oficiales para hacerles frente. Pero David se quedó agotado, así que intentó matarlo un gigante llamado Isbibenob, que iba armado con una espada nueva y una lanza de bronce que pesaba más de tres kilos. Sin embargo, Abisay hijo de Sarvia fue en su ayuda e hirió al filisteo y lo mató" (2 Samuel 21:15-17 a, Nueva Versión Internacional).

Llama poderosamente la atención el hecho de que el cansancio llevo a que un gigante procurara matarlo. Aunque no es literal, lo invito a encontrar allí una figura de lo que hace Satanás cuando usted se desprende de la mano de Dios. Sacará ventaja. Traerá desánimo a su vida, pensamientos de derrota, incredulidad y en el peor de los casos, le llevará a un estado de estancamiento y revés espiritual y personal. Se encontrará gobernado por la vieja naturaleza, que le llevaba a moverse en el pecado, insensible a todo lo que produce la maldad en nuestra existencia.

Mi sincera recomendación es que jamás se desprenda de la mano de Dios. No deje de orar, de meditar en la Biblia y de dar nuevos pasos, de la mano de Jesucristo, en su camino de crecimiento tanto personal como espiritual.

Hay cuatro principios que comparto con usted en esa búsqueda que le asiste para ser un guerrero espiritual eficaz, guiado siempre por el Señor que nos asegura la victoria.

1. Fidelidad a Dios

Si quiere tener victoria en la batalla contra Satanás y el mundo de las tinieblas, permanezca fiel a Dios. No basta con asistir a la iglesia, saber unos cuantos versículos de la Biblia y orar cinco o diez minutos. Es necesario en todo momento, movernos en fidelidad a nuestro amado Padre celestial, caminando en rectitud delante de Su presencia.

Una vez venció a los filisteos que procuraban su muerte y el sometimiento de Israel, el rey David escribió un maravilloso cántico en el que destaca la decisión personal de permanecer lejos del pecado: "He sido íntegro ante él y me he abstenido de pecar. El SEÑOR me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a mi limpieza delante de él" (2 Samuel 22.24, 25. Nueva Versión Internacional).

Un cristiano comprometido, fiel a Dios, será el blanco de las asechanzas del enemigo—sin duda—pero el propio Adversario sabe que no le puede tocar porque ese creyente tiene en el Señor su fortaleza y es por naturaleza un vencedor sobre las maquinaciones del mundo de las tinieblas-

2. El Señor nos fortalece para la batalla

Las batallas contra el mundo de las tinieblas las debemos dar en el poder de Dios. Recuerde que tenemos la autoridad que nos dio Jesucristo. Ahora, somos más que vencedores. Tomados de Su mano, encontramos la fortaleza, firmeza, destreza, sabiduría y protección.

En su magistral cántico del segundo libro de Samuel, el rey David lo explica así: "Él es quien me arma de valor y endereza mi camino: da a mis pies la ligereza del venado y me mantiene firme en las alturas; adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce. Tú me cubres con el escudo de tu salvación; tu bondad me ha hecho prosperar. Me has despejado el camino; por eso mis tobillos no flaquean" (2 Samuel 21:33-37. Nueva Versión Internacional).

En la lucha contra las artimañas y ataques de Satanás, pelee en las fuerzas de Dios y no en su propia capacidad humana. Es el secreto de la victoria.

3. Asuma una actitud ofensiva, de confrontación

No espere que Satanás lo ataque con enfermedades, ruina económica y espiritual y problemas inexplicables. Es usted quien debe—en el poder de Dios—asumir la actitud ofensiva de quien sabe que está inmerso en la batalla contra la dimensión espiritual de maldad. Uno no espera ataques, ataca cuando se trata del Adversario, nuestro peor enemigo.

El rey David enseñó este principio de guerra cuando escribió: "Perseguí a mis enemigos y los destruí; no retrocedí hasta verlos aniquilados. Los aplasté por completo. Ya no se levantan. ¡Cayeron debajo de mis pies! Tú me armaste de valor para el combate, bajo mi planta sometiste a los rebeldes. Hiciste retroceder a mis enemigos, y así exterminé a los que me odiaban… Los desmenucé. Parecían el polvo de la tierra. ¡Los pisoteé como al lodo en las calles!" (2 Samuel 21:38-43. Nueva Versión Internacional).

Observe cuidadosamente que el monarca israelita relata que fue en contra de sus enemigos, y no descansó hasta verlos fuera de su territorio. No dio un paso atrás hasta que los liquidó. Así es Satanás. Está vencido y su lugar es bajo nuestros pies. No olvide que usted y yo somos hijos de Dios. Gracias a la obra redentora del Señor Jesús tenemos naturaleza de vencedores.

4. Ejerza la autoridad en Cristo

En la cruz el amado Señor Jesucristo derrotó el mundo de las tinieblas. Fue una obra maravillosa, que rompió ataduras y trae libertad a los cautivos. Pero a usted y a mí nos corresponde ejercer la autoridad que Él nos dio, tal como enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy: "Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño" (Lucas 10:19, Nueva Versión Internacional).

Tenemos el poder y la autoridad de nuestro amado Salvador Jesucristo para confrontar el mundo de las tinieblas, y nada—dice la Palabra que absolutamente nada—nos podrá hacer daño. Fuimos llamados a vencer y no cejar ni un solo centímetro en nuestra batalla. No más ruina, enfermedad y problemas en su vida. Eche fuera a Satanás y sus huestes y permita que solamente el amado Señor Jesús reine en su vida, su familia, su trabajo y donde quiera que se desenvuelva.

El mundo de las tinieblas no es la solución. Por el contrario, acarrea maldición y debe renunciar a todo contacto con el mundo de las tinieblas hoy mismo.

Su vida es de Jesucristo

Quizá en algún momento abrió puertas al ocultismo o hizo un pacto con Satanás y sus huestes a cambio de poder, fama, amor, placer o algo que anhelaba y consideraba difícil de alcanzar por sus propias fuerzas. Rompa esa atadura. Gracias a la obra del Señor Jesucristo es posible hacerlo.

Dígale en oración, allí donde se encuentra: "Señor Jesús, reconozco que he pecado. Mi maldad me llevó a pactar con el mundo de las tinieblas. Estoy arrepentido y te pido perdón. En Tu presencia, amado Señor, renuncio y rechazo toda relación, pacto y atadura con Satanás y sus huestes y declaro que tú eres—Señor Jesucristo—mi Señor y Salvador desde hoy y para siempre. Te recibo en el corazón. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén"

Si hizo esta oración, lo felicito. Es el mejor paso que pudo haber dado jamás. Tengo ahora tres recomendaciones para usted:

1. Haga de la oración un principio de vida diaria. Orar es hablar con Dios.

2. Lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios que le ayudarán en el crecimiento personal y espiritual.

3. Comience a congregarse en una iglesia cristiana.