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lunes, 26 de septiembre de 2011

AAA CONGREGARSEEE

¿Por qué la necesidad de congregarse?




“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. (Hebreos 10:25).

Cuando el anciano Jacob, se juntó con su amado José, allá en Egipto, por el año 1689 a. C. este hombre de Dios ya estaba en sus últimos días, acostado en su lecho; se sentó en la cama con mucho esfuerzo, llamó a sus hijos y profetizó anuncio de Dios para todos ellos. De todas las palabras del longevo Israel nos llama la atención la profecía para Judá: “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos.” (Gn. 49:10). Al analizar el contexto de este verso podemos concluir que la extraña palabra “Siloh” se refiere al Mesías, es decir, a Cristo Jesús. Las palabras proféticas del moribundo anciano revelan las intenciones del corazón del Creador: que ante Jesucristo se congreguen (reúnan) todos los moradores de la tierra. ¿Qué propósitos tendrá el Señor de que los hombres se congreguen? Por qué el escritor de la carta a los Hebreos aconseja “no dejando de congregarnos”. Esperamos que esta lección sea de provecho a nuestra vida espiritual y arroje luz sobre este tema.

El Tabernáculo de reunión

Antes del peregrinaje del pueblo de Israel por el desierto, en su salida de Egipto, Dios había tratado sólo con dos hombres de todo el pueblo: Moisés y Aarón; en el capítulo 36 del libro de Éxodo, desde del verso 8 se nos describe la construcción del tabernáculo que Jehová había mandado hacer, al cual Dios llama “Tabernáculo de reunión” (Ex. 27:21); el cual estaba en un recinto de 50 metros de largo por 27 metros de ancho, los límites de este recinto estaban recubiertos de cortinas de lino. El tabernáculo, que estaba en el extremo oeste del recinto, era una estructura de madera de 15 por 5 metros dividido en dos partes por un pesado velo: el lugar santo y el lugar santísimo (Ex. 26:15-25); estaba construido de tal manera que podía ser trasladado y reinstalado en cualquier lugar conforme avanzaban por las regiones desérticas.

Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos. Y cuando las tocaren, toda la congregación se reunirá ante ti a la puerta del tabernáculo de reunión.” (Nm. 10:2,3); el tabernáculo de reunión era el lugar que Dios había escogido para “manifestarse” al pueblo de Israel; por eso Dios mandaba que los hijos de Jacob se congregaran y se acercaran a aquel lugar que con tantos detalles mandó construir. Para el pueblo, el tabernáculo representaba la morada de Dios entre su pueblo (Ex. 25:8), el lugar donde Dios le hablaba a todo el pueblo.

¿Para qué se congregaban?

Ya siendo Moisés muy anciano (no podía más salir ni entrar) éste habla a Josué, en presencia de todo Israel, le informa que sería el joven sucesor que entregaría la tierra por herencia a los hijos de Jacob; que Jehová estaría con él, mas Josué debía hacer algo: “Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella.” (Dt. 31:12, 13). Es cierto que el patriarca Moisés le está hablando al novicio discípulo de congregar al pueblo, en este caso, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos; pero la enseñanza que queremos señalar aquí aplica en un sentido general y perenne.

En los pasajes presentados en el párrafo anterior podemos notar el propósito de congregar al pueblo; mas antes quisiéramos tomarnos un tiempo señalando quiénes eran los que debían congregarse: Los varones, las mujeres y los niños del pueblo, además, los extranjeros que vivieran entre el pueblo; y en el futuro debían congregarse los hijos de ellos que no supieron, es decir, que todos los que estaban y los que vendrían debían congregarse. ¿No podía Dios tratar con cada uno en forma individual? ¡Sí, pero Él mandó que se congregaran! ¿Para qué congregarse?

Para que oigan, era costumbre en los tiempos bíblicos que el pueblo se reúna en algún lugar, en este caso el tabernáculo, para escuchar lo que Dios quería decirle a través de algún sacerdote o profeta, o simplemente para que se leyera el libro de la ley cuando éste estuvo ya en el pueblo. Además, Dios puso maestros en la iglesia (1 Co. 12:28), para que estos enseñaran al pueblo congregado, para que los hermanos oigan las enseñanzas.

Y aprendan, Los jóvenes tenían que instruirse de los ancianos, los alumnos de los maestros, los hijos de los padres; debían aprender lo que Dios había hecho por su pueblo, las maravillas y la grandeza de aquel que creó los cielos y la tierra.

Y teman a Jehová, he aquí el principio de la sabiduría, todo el pueblo debía tener conciencia del poder de Jehová; todos deben comprender que no hay otro camino de salvación.

Y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley, esta encomienda es la que más tiempo le ocuparía al pueblo, por eso tenía que congregarse con frecuencia, debía tener mucho cuidado en obedecer la Palabra de Dios.

Para ver su poder y su gloria: “Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel.” (1R. 18:19). La historia es muy conocida, el profeta Elías desafía a 850 profetas de dioses falsos (cuatrocientos cincuenta de Baal más cuatrocientos de Asera), los versos siguientes parecen sugerir que los cuatrocientos profetas de Asera lograron evadir el combate. Lo cierto es que el dios Baal quedó ridiculizado, y sus profetas también y todo Israel pudo ver el poder y la gloria de Jehová de los ejércitos. En Éxodo 40:34- vemos como “. . . una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba. Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas”.

Para publicar el Nombre de Dios: “Para que publique en Sión el nombre de Jehová, y su alabanza en Jerusalén, cuando los pueblos y los reinos se congreguen en uno para servir a Jehová.” (Sal. 102:21, 22); como podemos ver es importante congregarnos para publicar (anunciar) al pueblo el Nombre de Jehová (su Palabra); notemos que se nos dice que se congreguen para servir a Jehová, el texto sugiere que le podemos servir mejor si tenemos la costumbre de unirnos (congregarnos) para servirle.

Para servir a Dios: “Cuando los pueblos y los reinos se congreguen en uno para servir a Jehová.” (Salmos 102:22); el salmista habla de lo futuro, pero es notorio que se le sirve mejor a Dios cuando los creyentes se reúnen para organizar el servicio, así como lo hacían los levitas para ministrar en el tabernáculo y el templo que construyó Salomón.

Para clamar a Dios: “Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.” (Joel 1:14); el profeta habla Palabra de Dios a los ancianos de Israel y a los moradores de la tierra (v. 1), en tiempos difíciles para todas las naciones de los días del profeta (léase los versos 1 al 13). Había hambre en todas las regiones, los labradores estaban confundidos, la vid estaba seca, y pereció la higuera; había gran escasez y el pueblo sufría penurias. ¿Cuál es la respuesta, a esta situación, que da el profeta Joel: “Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a Jehová.”

Es necesario que comprendamos, pues, la necesidad de congregarnos (reunirnos); pareciera que el Señor desea que nos congreguemos, Jesús dijo: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 18:19); otra vez os digo, pareciera que el Maestro está recalcando una enseñanza que había dado anteriormente la cual quiere que quede bien clara en sus discípulos. Pareciera que el clamor de muchos conmoviera más el corazón de Dios. Y luego el Maestro concluye: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18:20) el Señor desea que nos unamos (congreguemos) para que todos juntos clamemos a Él.

Para pedir fortaleza espiritual: “Y puestos en libertad, vinieron a los suyos… Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.” (Hechos 4:23-31). Todos nosotros conocemos la diferencia entre adoración en nuestros hogares y la adoración cuando estamos congregados, aunque en algunas ocasiones el Señor se ha manifestado en forma especial cuando adoramos solos en nuestros hogares; es bien sabido que si no fuéramos al templo a adorar junto a los santos de Dios, dejaríamos, tarde o temprano, nuestra adoración en el hogar. Es allí, en el templo, donde aparecen los tizones que aunque afligidos, dolidos y quebrados por el dolor, levantan su voz en clamor a Jehová… y de lo alto desciende fuego que enciende el altar; es cuando alguna chispa de aquel fuego nos toca y enciende nuestro tizón que antes estaba apagado. ¡Dios nos manda congregarnos para que nos ministremos los unos a los otros!

La Iglesia

Uno de los significados de la palabra Iglesia (Ek klesia) es congregación; viéndolo desde este concepto, nosotros individualmente no somos iglesia; sí somos templo del Dios viviente (2 Corintios 6:16); es decir, que somos lugar donde habita el Dios viviente; pero para que seamos iglesia es necesario, entre otras cosas, que nos congreguemos cuando las circunstancias lo permitan; si no nos congregamos entonces no somos iglesia; y recordemos que Cristo no viene a buscar a una persona individual, mas bien vendrá por su iglesia, un pueblo que se congrega para alabar y glorificar su nombre. Si algún ser humano, por circunstancias ajenas a su voluntad (enfermedad, guerra, etc.) usted no puede reunirse con los santos para alabar a su Dios, es probable que tengamos una excusa; pero si no tenemos una excusa valida delante del Dios vivo, entonces si no nos congregamos no somos su iglesia. Pido al Señor que se nos permita comprender lo que estamos diciendo en este párrafo. Si no hay reunión o congregación para tratar y andar en los asuntos del Señor no estamos obedeciendo los que dice el Espíritu de Dios en Hebreos 10:25: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Y recordemos que no son los oidores sino los hacedores de la Palabra los que serán salvos.

La Iglesia es el Tabernáculo

En el Antiguo Testamento el pueblo se reunía en el Tabernáculo para escuchar la voz de Dios, para ver su poder y su gloria; luego en los días del rey Salomón es sustituido por el templo de Jerusalén (véase el capitulo 6 de 1ra. de Reyes); pero hoy en día no tenemos el templo de Jerusalén para reunirnos, luego esas edificaciones donde van todos los hermanos para alabar se constituye en casa de Dios, puerta del cielo (Génesis 28:17); más aun el apóstol Pablo nos dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co. 3:16). Es decir, que en el Nuevo Testamento aquel tabernáculo de reunión pasa a ser la congregación de los santos, es decir, la Iglesia de Cristo.